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Cuando subimos a un tranvía para movernos por la ciudad, rara vez pensamos en la historia que hay detrás de este medio de transporte. Hoy nos resulta cómodo, silencioso, eficiente y sostenible, pero el tranvía no siempre fue así. Su evolución es un verdadero reflejo del progreso urbano, tecnológico y social de los últimos dos siglos. ¡Acompáñanos a descubrirlo!
Aunque los primeros prototipos de transporte sobre raíles se remontan a siglos anteriores, el concepto moderno de tranvía nació en el siglo XIX, en plena revolución industrial. Su origen se sitúa en Estados Unidos, concretamente en Nueva York, donde en 1832 comenzó a funcionar el primer tranvía tirado por caballos. Era una forma ingeniosa de reducir la fricción y facilitar el transporte de pasajeros dentro de las grandes ciudades. La idea pronto se extendió a Europa, y en ciudades como París o Londres no tardaron en aparecer redes similares.
La gran revolución llegó con la incorporación de la energía eléctrica. En 1881, en Berlín, se inauguró la primera línea de tranvía eléctrico, diseñada por el ingeniero Werner von Siemens. Este cambio supuso una auténtica transformación: los tranvías ya no dependían de animales ni generaban residuos en las calles. Además, al ser más rápidos y silenciosos, encajaban perfectamente con la idea de una ciudad moderna. A partir de entonces, las redes tranviarias crecieron con rapidez en todo el mundo.
España también vivió su propia fiebre del tranvía a finales del siglo XIX y principios del XX. Madrid, Barcelona, Valencia o Zaragoza desarrollaron sus propias redes, primero de tracción animal, luego a vapor, y finalmente eléctricas. El tranvía se convirtió en un símbolo del progreso urbano, conectando barrios, facilitando los desplazamientos y convirtiéndose en una parte fundamental del paisaje urbano. En Madrid, por ejemplo, durante décadas fue uno de los medios de transporte más utilizados por la población.
Sin embargo, a mediados del siglo XX, muchas ciudades comenzaron a desmantelar sus líneas de tranvía. La aparición del coche privado, la expansión del autobús y el auge del urbanismo centrado en el automóvil hicieron que el uso de este medio cayera. En muchos casos, se consideraba anticuado o poco práctico, y sustituyó por infraestructuras pensadas para el tráfico rodado. En España, como en buena parte de Europa, las redes fueron desapareciendo poco a poco, y durante varias décadas el tranvía fue una imagen del pasado.
Afortunadamente, esta visión cambió con el tiempo. La preocupación por el medio ambiente, la necesidad de reducir emisiones y el deseo de recuperar una movilidad más sostenible devolvieron al tranvía su lugar en las ciudades. Desde los años 90, muchas ciudades han apostado por reintroducirlo, con diseños modernos, eficientes y perfectamente integrados en el entorno urbano. El tranvía dejó de ser una reliquia para convertirse en una de las mejores soluciones para una movilidad limpia y funcional.
Madrid también ha apostado por esta forma de movilidad con la incorporación del metro ligero, una evolución moderna del tranvía tradicional que mantiene su espíritu, pero se adapta a las necesidades actuales de conectividad.
Hoy, cuando viajas en Metro Ligero Oeste, no solo te estás desplazando: estás participando en una historia de más de 190 años, una historia que sigue avanzando sobre raíles.