Antiguos oficios del ferrocarril: cuando el tren lo movía todo… a mano

02 Abril 2025

El ferrocarril ha sido un pilar fundamental en el desarrollo industrial y social desde su aparición en el siglo XIX. Mucho antes de la llegada de los sistemas automatizados, el tren dependía de un amplio equipo humano que hacía posible cada trayecto, cada maniobra y cada parada. Con el avance tecnológico, muchos de estos oficios han desaparecido otros se han transformado, pero todos formaron parte de una etapa clave en la historia del transporte. A continuación, descubrimos algunos de estos antiguos oficios ferroviarios que fueron vitales en el desarrollo de este medio de transporte. ​

Los oficios en estaciones y trenes: orden y atención al pasajero

Uno de los perfiles más reconocidos era el del jefe de tren, encargado de supervisar todo lo que ocurría a bordo durante el trayecto. Desde comprobar billetes hasta coordinar operaciones con el jefe de estación, su figura era sinónimo de autoridad y control. Junto a él, los mozos de equipajes ofrecían sus servicios en los andenes, trasladando bultos y maletas por un precio acordado con el pasajero.

Otro rol imprescindible era el del guardafrenos, situado en garitas específicas dentro del tren. Su función era accionar los frenos a mano, siguiendo señales acústicas enviadas por el maquinista. Esta coordinación era clave para garantizar una frenada segura, especialmente en trenes largos y pesados.

Trabajo sobre raíles: esfuerzo físico y precisión

En el corazón de las locomotoras de vapor, el fogonero trabajaba sin descanso para mantener el fuego vivo. Se encargaba de alimentar la caldera con carbón, regular la presión y asistir al maquinista en el mantenimiento básico de la máquina. Era un oficio exigente, en contacto constante con el calor, el ruido y la grasa, pero absolutamente imprescindible para que el tren se moviera.

Fuera de los trenes, el mantenimiento de las vías recaía en manos del calzador, responsable de rellenar el balasto, sustituir traviesas y asegurar que los raíles estuvieran perfectamente nivelados. Y en los cruces o cambios de vía, los guardagujas se ocupaban de accionar manualmente los desvíos, permitiendo que los trenes tomaran la ruta correcta en cada momento.

Mujeres en el ferrocarril: una presencia clave

En un entorno laboral tradicionalmente masculino, hubo también lugar para las mujeres. Las guardesas eran las responsables de vigilar los pasos a nivel, levantar o bajar barreras y avisar del paso de los trenes. Su trabajo, a menudo en zonas aisladas, requería disciplina y atención constante.

No menos importante era su papel en la vida cotidiana del ferrocarril. Muchas familias ferroviarias pasaban largas horas en estaciones o casas anexas a la línea, y las mujeres solían encargarse de preparar la comida para jornadas enteras de trabajo. Aquí aparece una curiosidad muy ligada al oficio: la olla ferroviaria, un ingenioso sistema para cocinar a fuego lento utilizando carbón vegetal o el calor del propio tren. Un símbolo más de adaptación y comunidad entre los trabajadores.

La mayoría de estos oficios han desaparecido, sustituidos por la electrificación, la digitalización y los avances en seguridad. Pero su memoria forma parte de la historia del ferrocarril y del esfuerzo colectivo que permitió conectar ciudades, personas y mercancías.

Hoy, cada trayecto es posible gracias a la tecnología… y al legado de quienes un día movieron el tren con sus propias manos.

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