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Si piensas en las palabras “tranvía” y “San Francisco”, seguro que te vienen a la cabeza imágenes de vagones clásicos abarrotados de gente, circulando por calles especialmente empinadas que dejan ver al fondo las aguas de la bahía. Y es que la historia del transporte público no sería lo mismo sin los cable cars sanfranciscanos.
El de San Francisco es el único tranvía del mundo que funciona de manera totalmente manual. En lugar de hacerlo con motores, funciona con una pinza accionada desde una palanca, cuya función es agarrar o soltar un cable que está enterrado por las calles de la localidad.
La historia de los tranvías en San Francisco se remonta a 1873, cuando se pusieron en marcha las 23 líneas promovidas por Andrew S. Hallidie. Tras su éxito inicial, este tranvía vio peligrar su existencia cuando en 1892 se introdujeron los primeros vagones eléctricos. Y pese a los nuevos modelos, el cable car logró sobrevivir, de la misma manera que lo haría años más tarde, en la década de los 20, tras la inauguración de la línea local de autobuses.
Con el paso de los años, algunas líneas comenzaron a desaparecer y las que se mantenían quedaban para poco más que para un uso turístico. En 1947, sin ir más lejos, hubo una iniciativa municipal de cerrarlo, que fue frenada gracias a la fuerte oposición popular. En 1964, este tranvía fue nombrado Monumento Nacional, y su importancia artística fue a más hasta que en 1974 se abrió un museo en su honor.
Actualmente, el cable car sanfranciscano es una de las mayores atracciones turísticas de las que puedes disfrutar si visitas esa ciudad, como comprobarás viendo que las tres líneas que continúan activas, se encuentran constantemente llenas de turistas que no quieren dejar pasar la ocasión, de montar en esta joya histórica.
